LOS NUEVOS PAYASOS DE LA TELE POR INÉS MATUTE

Agitadoras Revista Cultural nº51
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La semana pasada decidí adelgazar al menos 15 kilos, porque estoy gorda como una foca. Sin pensármelo dos veces, me dirigí a la despensa e hice un inventario de guarradas. Guarradas, en mi vida, hay muchas, y de las que se comen, aún más. En las nutridas baldas de mi alacena, o rebost, o quieran llamarlo, hay todo tipo de productos hipercalóricos, pero decidí escoger las chucherías más aparentes, las de envoltorios más brillantes y seductores. Aquellas a las que se te van los dientes en cuanto notas un bajón.
A modo de ensayo general, cogí una caja de lunares, comprada en Ikea al módico precio de 5.45 euros. Una caja molona, vamos. Completamente arrebatada, metí dentro una tableta de chocolate Milka y una de chocolate negro, marca Lindt, a la guindilla (no, no es una licencia poética). A esto le sumé dos Bonys, un bote de cacahuetes a la miel, los restos del turrón de Navidad, tres tubos de Lacasitos, una sobrasada, galletas Oreo con doble relleno, un vasito de Nocilla (a no confundir con la literaria generación), un paquete de bacon de Oscar Mayer y una lata de Fabada Litoral. Lo siento: la fabada, aunque sea light, es mi perdición.
Como mi propósito era firme, mis intenciones honestas y saludables y ante todo quería darle al tema una imagen de seriedad y rigor, telefoneé al presidente de Natur House, al fabricante de pastillas XXL (Rosa de España no estaba disponible: hacía bolos por Despeñaperros), a los cinco principales accionistas de Laxantes KK- Plus y al dueño de Natursán. El presidente de Herbalife se había bajado al moro, por aquello de las hierbas, y me dio largas toda la mañana. Pero una, que no es tonta, pronto comprendió que no estaba por la labor. Ana Rosa Pitarra sí que se subió al carro sin pensárselo dos veces, negociando al punto lo que le costaría a su cadena dedicarme un especial. Le dije que 20 euros, no soy avariciosa. Eso sí, necesitaba maquilladora, peluquero, dos cámaras, un coach y, naturalmente, un especialista en iluminación – mi cocina es tirando a cutre: la iluminación, dado lo que pretendíamos hacer para asombro del mundo, cobraba una importancia vital-.
Llegó mi gran día, estaba nerviosa, como es natural. Mis invitados, incluido el President del Consell Balear, que se moría por salir en la foto, llegaron a casa con british punctuality. Osea, que me pillaron con los rulos y en zapatillas. Pecata minuta. A sugerencia de mi coach, me vestí para la ocasión. Eso sí, menos abrigada que los chicos de la foto, que son los malos de la película aunque tengan un look más currado que los verificadores. Con gran parsimonia y tras el gesto acordado con el cámara, procedí a introducir los artículos en la caja. Despacito. Sin que se me desplazara el pasamontañas. A continuación, el presidente de Natur House me la selló con gesto serio y gran ceremonia, pero cuando Don XXL hizo amago de custodiar la entrega o de tirarla por el retrete- ¡hasta ahí podíamos llegar!- yo se la arrebaté de las manos. Tengo mal pronto y además soy tirando a rácana, qué se le va a hacer.
“¿Y eso?” Quiso saber el incauto. “¡La carne es débil! Y si me arrepiento, ¿qué? Le respondí yo dando muestras de resolución y gran sensatez.
No diré a nadie dónde está la caja ni lo que he hecho con mis hipercalóricos caprichines. Tampoco contaré lo que tengo ahora en mi alacena; si en mi vida pintan acelgas o Phoskitos. Allá lo debata cada cual con su imaginación. Si diré que los participantes en mi performance cobraron un pastizal de Tele Bodrio, que como sabéis emite cualquier cosa que se le ponga a tiro. Su labor testimonial ha sido fundamental.
Del caso de la entrega de armas de los etarras, muy similar al mío, por otro lado, sólo me queda observar un fallito del montaje. Lo de las pistolas, las balas, los explosivos y demás mandangas de su altarcillo o Teletienda macabra, está muy bien, pero…. ¿Qué hacían allí, sobre la mesa, los interruptores de la luz? ¿Acaso no saben que eso no son armas convencionales sino armas de destrucción masiva? (a fijarse en las nuevas tarifas, leche).
¡Ay, estos chicos! Parecen más preocupados por mostrarse modositos que por hacer las cosas bien…. El caso es que el otro día me preguntaba a mí misma por qué hace tantos años que no salen circos por la tele; circos con sus leones, sus trapecistas y sus payasos listos y tontos. Por qué ya no tenemos entre nosotros al heredero de Fofó. Entonces, y mientras mordisqueaba una barrita de alpiste, descubrí, en plan iluminación, que vivimos inmersos en la payasada hasta tal punto, que ya nadie necesita ponerse una bola roja en la punta de la nariz. Ni siquiera Jordi Évole cuando se inventa una conspiración, produce un fake y se columpia de medio país.

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