PRÍNCIPES GRISES DE ANA PATRICIA MOYA
Príncipes grises
La mayor mentira de mi infancia:
la existencia del principito.
Los principitos que pisan mi suelo
tienen coronas de colmillos de serpiente,
presumen de inocencia en la bragueta
y se visten con capas de promesas mal cosidas;
proclaman madurez para heredar
el paradisíaco reino de los placeres
pero abdican ante la dura batalla del compromiso
ante princesitas no tan frágiles
que se conforman con ser conquistadas
para mitigar capítulos breves de soledad.
Yo no quería ser como estos seres terráqueos:
me construí una avioneta de papel arrugado
y volé hasta atravesar las nubes, con destino
a un asteroide sin príncipes ni princesas, ni flores
ni reyes, ni baobabs, ni zorros, ni faroleros;
no encontré nada superando los límites del cielo,
y sólo cuando caí en la arena del desierto,
magullada y triste, encontré mi lugar en el mundo
en la punta de mis dedos.
La mayor mentira de mi infancia:
la existencia del principito.
Los principitos que pisan mi suelo
tienen coronas de colmillos de serpiente,
presumen de inocencia en la bragueta
y se visten con capas de promesas mal cosidas;
proclaman madurez para heredar
el paradisíaco reino de los placeres
pero abdican ante la dura batalla del compromiso
ante princesitas no tan frágiles
que se conforman con ser conquistadas
para mitigar capítulos breves de soledad.
Yo no quería ser como estos seres terráqueos:
me construí una avioneta de papel arrugado
y volé hasta atravesar las nubes, con destino
a un asteroide sin príncipes ni princesas, ni flores
ni reyes, ni baobabs, ni zorros, ni faroleros;
no encontré nada superando los límites del cielo,
y sólo cuando caí en la arena del desierto,
magullada y triste, encontré mi lugar en el mundo
en la punta de mis dedos.
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