LOS DUEÑOS DEL MUNDO


El poder ( políticos, financieros...) y demás personal de parecido pelaje. No contaban con el ser, no contaban con la esencia, no contaban con millones de personas buenas, no dañinas, que sólo buscan satisfacer unas necesidades primarias, básicas. Que no les falte a sus hijos alimento y techo. Como ellos viven en el mundo ideal no saben qué pasa en el mercado cuando no puedes comprar carne, ni pescado, ni verduras... Ellos no saben qué es no poder pagar las facturas, ni los libros cuando empieza el curso, ni unos zapatos. Porque los suyos ( sus zapatos) nunca han sufrido de ventilación distraída, porque los suyos ( sus zapatos) no patean las calles. Sus pies protegidos, sin durezas ni ampollas van calzados por la calidad de una marca mayor, una marca registrada, con el agravante vomitivo de estar realizada por niños explotados en un mundo amarillo...
La pasión con la que hemos despertado, es excepcional. Esto no se puede frenar y quien lo intente pincha en hueso.
El Movimiento de indignación, donde las gentes, la ciudadanía de gran parte del mundo conocido expresa su mal estar, su descontento, decepción. Un derecho al pataleo que origina una movilización nada caprichosa a pesar de que se hayan encargado de desprestigiar, anular, criminalizar.

Nosotros, los ciudadanos de un mundo que se tambalea, hemos decidido hace mucho, mucho tiempo, antes de que el movimiento se demostrara andando, antes de que se pisara La Puerta del Sol, antes de que uno solo de los “perro flautas” hicieran malabares, distrajeran a nuestros hijos y les contaran de un día feliz... Mucho, mucho tiempo atrás. Que esta sociedad, ya no vale.
Sólo hacía falta esa chispa que prendiera, esa luz vertical que nos llevara a alcanzar la gloria y no por un día, sino para un ristra de días por venir. Tenemos derecho al sencillo ejercicio, de creer firmemente que somos personas, que merecemos una vida digna. Algo alejado de toda manipulación, algo quizá mediocre, simple. Pero donde la pureza, la verdad y la honestidad reina. Porque nos hemos dado cuenta por fin, que somos los dueños del mundo. Y los dueños del mundo no pueden quedarse en su casa, tristes, desalentados, deprimidos. 
Los dueños del mundo van con la cabeza alta, sonríen a las nubes, pisan firmemente sobre la tierra, y su imaginación y sus sueños ya viven en un futuro real; con pan, con peces, con cama, con techo... Y ojalá con chocolate.
No es mucho pedir.

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