También soy esa desconocida...
Ayer confesé que leía con pasión un libro que me removía las entrañas. Bien entrada la madrugada conseguía un rato de soledad concentrada y lo acabé. Ahora que necesito desde hace meses leer y escribir con gafas, se me hace más difícil llorar, esto es una bobada, pero es así, me molestan las gafas para llorar, y si me las quito no veo bien... Necesitaba volver a releer algunos párrafos, no perder nada de la intensidad que el autor otorga a la narración, una intensidad que me dejaba sin aliento.
Y así es, como me llegué a sentir esa mujer desconocida; ese amor tan entregado y generoso, esa obsesión, ese dolor ante la invisibilidad, esa cobardía y a la vez valentía para sobrevivir muerta, y morir sobreviviendo a un recuerdo sin memoria. Es imposible una historia así, o no. El ser humano es tan espectacularmente extraño. Quién no ha escuchado a alguien contar una historia de amor irremediablemente destructiva, imposible, demoledora, o arrebatadoramente intensa y feroz...
Cada uno llevamos dentro la historia de un amor verdadero, ese amor que será inmortal. Y qué pena del que no lo haya sentido. Que aunque imposible, aunque platónico, aunque una ilusión, nos haga morir y vivir por el ser amado. Una amor que cuando te falta no puedes respirar y sientes un vacío en el pecho, un dolor tan hondo...Un dolor para quedarse...
Cuando se ama el cuerpo no necesita comer, ni dormir, y el pensamiento se ocupa por entero en él en ella. En un amor al que se dedica el primer pensamiento en la mañana y que en la noche, cuando intentas cerrar los ojos; sus ojos se clavan en los tuyos, sus labios recorren todo tu cuerpo y en tu cuello, sólo puedes escuchar su respiración.
Ay, pobre del que no haya sentido ésto, porque es necesario sentir que se palpita en otro cuerpo, que se diluye en otro cuerpo, que se toca el cielo y el infierno. Porque la inmortalidad está ahí y la tocamos en cada suspiro, aún sabiendo que durará eso mismo, un suspiro, pero enamorado.
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un abrazo